lunes, 28 de junio de 2010

Corpus Christi 2010




Este año la Cuasiparroquia Corpus Christi, celebro su fiesta patronal, con un hermoso día de sol radiante. Jóvenes animaron los cantos, animaron la procesión y todos acompañamos a Jesús Eucaristía, por las calles de Core 8.
Imploramos a Dios que nos ayude a ser una comunidad orante, que se abra al servicio, que este disponible al hermano, que Dios nos ayude a sensibilizar a los demás. Que Dios nos bendiga con su Paz, contra los momentos de asesinatos de jóvenes y violencia intrafamiliar.

martes, 8 de junio de 2010

Las piedras grandes primero


En estos dias ando pensando, en nuestra parroquia, como lograr un signo, que nos ayude a pensar más en comunidad, en el conjunto, en el todo, la globalidad de la parroquia, y dejar de pensar en la individualidad. Estamos logrando crear la conciencia de PARROQUIA.

Quisiéramos aprender a establecer las prioridades, pero entre tantas necesidades, se nos hace cuesta arriba. Es como lograr pasar de lo uno, lo mio a lo nuestro, aprender a establecer las prioridades.

Un signo que nos ayude a descubrir en el Proyecto de Renovación Diocesana, sus etapas de sensibilización y fraternidad, vemos como en algunas parroquias han podido pasar las fases, y como otros, nos hemos quedado rezagados.

Todo depende de Evangelizar con santidad. El mejor proyecto de acción pastoral es aquel que logre la santidad de la persona. No estamos descubriendo el agua tibia, es la opción fundamental de la persona cristiana.

Entonces pensemos en nuestra celebración parroquial la del 6 de junio 2010, la gran solemnidad de la Iglesia de Corpus Christi. Hemos recorrido en una hermosa procesión los sectores, y en ella los jóvenes de 4a etapa nos regalaron una interpretación de Monseñor Romero, recreando el momento de la Santa Misa, donde lo asesinaron, entonces pensamos en El Cuerpo Y Sangre de Jesús, inmolado por nosotros y para redención de la humanidad. Esto es un signo evidente de avance en la fase de sensibilización. Porque los jóvenes nos evangelizaron este soleado día. En la procesión entregaron unos volantes con citas bíblicas, le pidieron a la señora Betty que les fotocopiara unas hojas, ellos la recortaron y en vez de flores regadas en las calles de Core 8, regaron el Evangelio a los transeúntes por toda la procesión. Cuando llegamos a la Iglesia Corpus Christi, dieron una excelente representación. En pocas palabras, "se botaron" con el vestuario, y demostración de motivación a todos nosotros de organización y de todo lo bueno que pueden dar a la comunidad.

Los no tan jóvenes, planificaron la ruta, establecieron las paradas (altares), y prepararon todo, eso demuestra que si se puede ser una comunidad que quiere ser fraterna.

Los hermanos que prepararon la Liturgia, los que arreglaron el sitio con las cortinas blancas y amarillas. Los del ministerio de música de Las Amazonas, que ensayaron sus cantos y vinieron a poner su don al servicio del Señor, para Gloria suya. Los monitores y lectores, todos lo que tienen parte en la caridad para ofrecer a todos una celebración digna del Cuerpo y Sangre de Cristo.

Esto para un párroco emociona, anima y ayuda a seguir adelante, es por ello que les quiero ofrecer esta reflexión de "Primero, lo primero", establecer primero lo más importante, lograr descubrir lo que se debe conquistar primero. Es decir que la fase de sensibilización está caminada y debemos recorrer los signos de fraternidad, descubriendo que somos una parroquia y no tres grandes sectores.

Todavía nos queda mucho camino que recorrer, sobre todo el de la construcción de lazos sinceros de fraternidad, donde la dignidad del otro sea respetada, donde aprendamos sobre todo saber escoger las prioridades.

Quiero hacer una reflexión a partir de las meditaciones que nos brindó el Padre Raniero Cantalamessa, en el retiro sacerdotal de Caracas en mayo pasado. Tomamos el texto de “Siervos y amigos de Jesucristo” (http://www.cantalamessa.org/es/predicheView.php?id=318)

En primer lugar, las "piedras grandes"

"Al igual que en Dios toda la obra exterior de la creación mana de su vida íntima, "del incesante flujo de su amor", y así como toda la actividad de Cristo mana de su diálogo ininterrumpido don el Padre, del mismo modo todas las obras del sacerdote deben ser la prolongación de su unión con Cristo. "Como el Padre me ha enviado, así los envío yo", también significa esto: "Yo he venido al mundo sin separarme del Padre, ustedes vayan al mundo sin separarse de mí".

Cuando se interrumpe este contacto, sucede como en una casa, cuando se va la electricidad y todo se detiene y queda a oscuras, o, en el caso del agua corriente, cuando los grifos dejan de dar agua. A veces se escucha: ¿cómo quedarnos tranquilos rezando cuando tantos necesitados reclaman nuestra presencia? ¿Cómo no correr cuando se está quemando la casa? Es verdad, pero imaginemos lo que le sucedería a un equipo de bomberos que acudiera, con las sirenas encendidas, a apagar un incendio y, al llegar al lugar, se diera cuenta de que no tiene ni una gota de agua. Es lo que nos sucede cuando corremos a predicar o a ejercer otros ministerios vacíos de oración y de Espíritu Santo.

He leído una historia que me parece que se aplica de manera ejemplar a los sacerdotes. Un día, un anciano profesor fue invitado como experto para hablar sobre la planificación más eficaz del propio tiempo a los ejecutivos de grandes compañías estadounidenses. Decidió hacer un experimento. De pie, sacó de debajo de la mesa un gran jarrón de cristal vacío. Tomó después una docena de piedras del tamaño de pelotas de tenis que depositó con cuidado, una por una, en el jarrón hasta llenarlo. Cuando ya no había espacio para otras piedras, preguntó a los alumnos: "Creen que el jarrón está lleno?", y todos respondieron: "¡sí!".

Se agachó de nuevo y sacó de debajo de la mesa una caja llena de grava que derramó encima de las grandes piedras, moviendo el jarrón para que la grava pudiera penetrar entre las piedras grandes hasta llegar al fondo. "Ahora, ¿se ha llenado?", preguntó. Con más prudencia, los alumnos comenzaron a comprender y respondieron: "Quizá no todavía". El anciano profesor se agachó de nuevo y esta vez sacó un saco de arena, que derramó en el jarrón. La arena llenó los espacios entre las piedras y la grava. Preguntó nuevamente: "Ahora, ¿está lleno el jarrón?". Y todos, sin pensarlo dos veces, respondieron: "¡No!". El anciano tomó una garrafa que se encontraba en la mesa y derramó el agua hasta llenar el jarrón.

Entonces, pregunta: "¿Cuál es la gran verdad que nos muestra este experimento?". El más atrevido respondió: "Demuestra que, aunque nuestra agenda esté totalmente llena, con algo de buena voluntad siempre se puede añadir algún compromiso, algo más por hacer". "No", respondió el profesor. "Lo que demuestra el experimento es que si no se meten en primer lugar las piedras gruesas en el jarrón después no podrán entrar". "¿Cuáles son las grandes piedras, las prioridades de nuestra vida? Lo importante es poner estas grandes piedras en el primer lugar de nuestra agenda?".

San Pedro indicó de una vez por todas cuáles son las grandes piedras, las prioridades absolutas, de los apóstoles y de sus sucesores, obispos y sacerdotes: "nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra" (Hechos 6, 4).

Nosotros, sacerdotes, más que cualquier otro, estamos expuestos al peligro de sacrificar lo importante por lo urgente. La oración, la preparación de la homilía o de la misa, el estudio y la formación, son cosas importantes, pero no urgentes; si se aplazan, en apariencia, no se hunde el mundo, mientras que hay muchas cosas pequeñas --un encuentro, una llamada por teléfono, un trabajito material-- que son urgentes. De este modo, se acaba aplazando sistemáticamente lo importante a un "después" que nunca llega.

Para un sacerdote, poner en primer lugar en el vaso las grandes piedras puede significar concretamente comenzar la jornada con un tiempo de oración y de diálogo con Dios, de manera que las actividades y los diferentes compromisos no acaben ocupando todo el espacio".

A ésto queridos hermanos es lo que nos tenemos que dedicar con insistencia a la Oración, al encuentro íntimo con el Dios de la Vida. De esta manera, nuestro trabajo será fecundo, porque primero nuestra vida se a llenado de Dios. Lo demás se logra por simple fuerza humana.

Entonces dediquémonos a la oración y mi persona como sacedote a los sacramentos, y todos oremos por nuestra parroquia, creemos que de sesa manera nos sensibilizaremos a establecer las prioridades de nuestra Iglesia.
Como bien expresa la canción: "Juntos como hermanos"

Pbro Miles Useche

martes, 1 de junio de 2010

La Solemnidad de Corpus Christi


A) ¿Qué es la Eucaristía?
La Eucaristía es la consagración del pan en el Cuerpo de Cristo y del vino en su Sangre que renueva mística y sacramentalmente (es decir realmente) el sacrificio de Jesucristo en la Cruz. La Eucaristía es Jesús real y personalmente presente en el pan y el vino que el sacerdote consagra. Por la fe creemos que la presencia de Jesús en la Hostia y el vino no es sólo simbólica sino real; esto se llama el misterio de la transubstanciación ya que lo que cambia es la sustancia del pan y del vino; los accidente—forma, color, sabor, etc.— permanecen iguales.
La institución de la Eucaristía, tuvo lugar durante la última cena pascual que celebró con sus discípulos y los cuatro relatos coinciden en lo esencial, en todos ellos la consagración del pan precede a la del cáliz; aunque debemos recordar, que en la realidad histórica, la celebración de la Eucaristía ( Fracción del Pan ) comenzó en la Iglesia primitiva antes de la redacción de los Evangelios.
Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid, sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo y el presbítero pronuncia las palabras de la consagración dichas por Jesús en la última Cena: "Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros... Este es el cáliz de mi Sangre..."
B) Encuentro con Jesús
Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es una experiencia personal e íntima, y que supone el encuentro pleno de dos que se aman. Es por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios conoce los corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir en nuestra vida, la trascendencia del encuentro íntimo con el Amor. Resulta lógico pensar que quien recibe esta Gracia, está en mayor capacidad de amar y de servir al hermano y que además alimentado con el Pan de Vida debe estar más fortalecido para enfrentar las pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe y su esperanza. En fin para llevar a feliz término la misión, la vocación, que el Señor le otorgue.

Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario, nunca lo encontraríamos solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice a todos y a cada uno, lo mismo que les dijo a los Apóstoles "Con ansias he deseado comer esta Pascua con vosotros " Lc.22,15. El Señor nos espera con ansias para dársenos como alimento; ¿somos conscientes de ello, de que el Señor nos espera el Sagrario, con la mesa celestial servida.? Y nosotros ¿ por qué lo dejamos esperando.? O es que acaso, ¿ cuando viene alguien de visita a nuestra casa, lo dejamos sólo en la sala y nos vamos a ocupar de nuestras cosas.?
Eso exactamente es lo que hacemos en nuestro apostolado, cuando nos llenamos de actividades y nos descuidamos en la oración delante del Señor, que nos espera en el Sagrario, preso porque nos "amó hasta el extremo" y resulta que, por quien se hizo el mundo y todo lo que contiene (nosotros incluidos) se encuentra allí, oculto a los ojos, pero increíblemente luminoso y poderoso para saciar todas nuestras necesidades.
C) ¿Cuándo comenzó la fiesta del Corpus?
El origen de esta Solemnidad que se celebra el jueves o el Domingo[2] posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad, se remonta a la devoción al Santísimo Sacramento que se dio en el siglo XII en la cual se resaltaba de manera particular la presencia real de «Cristo total» en el pan consagrado. Este movimiento estaba también vinculado al deseo, propio de la época, de «ver» las especies eucarísticas. Esto llevó, entre otras cosas, a comenzar a elevar la hostia y el cáliz después de la consagración. Esta práctica se inició en la ciudad de Paris alrededor del año 1200.
En medio de este ambiente, una serie de visiones de una religiosa cisterciense, Santa Juliana (priora de la abadía de Mont Cornillón que quedaba a las afueras de Lieja en Bélgica), en el año 1209, dio un fuerte estímulo a la introducción de una fiesta especial al Sacramento de la Eucaristía. Juliana habría tenido la visión de un disco lunar en el cual había una parte negra. Eso fue interpretado como la falta de una fiesta eucarística en el ciclo litúrgico. Por su intercesión y la de sus consejeros espirituales, el obispo de Lieja, Roberto de Thorete, introdujo esta fiesta, por primera vez en su diócesis en el año 1246.
El año 1264, el Papa Urbano IV (Jacques Pantaleón), que en la época de las visiones era archidiácono de Lieja, estableció la solemnidad para la Iglesia universal. Los textos litúrgicos fueron redactados por Santo Tomás de Aquino. Sin embargo la causa inmediata que determinó a Urbano IV establecer oficialmente esta fiesta fue un hecho extraordinario ocurrido en 1263 en Bolsena, cerca de Orvieto, donde se encontraba ocasionalmente el Santo Padre. Un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales – donde se apoya el cáliz y la patena durante la Misa - en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre.